Textos, escritos y comentarios

Tetxos, escritos y comentarios pretende poner a disposición del público, una serie de artículos de psicoanálisis, pequeños escritos, comentarios políticos. Algunos ya han sido previamente publicados (en ese caso el artículo en cuestión tendrá un formato ad hoc), otros no encontraron su pasaje al público, y otros fueron divulgados entre algunos lectores y amigos. Aliento a que si alguno de los textos encuentra un lector interesado en dialogar con él ,lo haga sin reservas.

lunes, octubre 30, 2006

FALSO O VERDADERO: UNA ELECCION DEMASIADO SERIA




FALSO o VERDADERO : UNA ELECCIÓN DEMASIADO SERIA
(Editado en el Cuaderno de trabajo Nº2 del DOV del CBC, edición en CDRom)





Frank Abagnale Jr. decidió un cierto día que ya era tiempo de irse de su casa (tenía 16 años para ese entonces) y se marchó sin avisar a nadie. Con algo de ropa , la chequera que tenía de un banco local y una suma de 200 dólares en la cuenta, salió a vivir por su cuenta. No tardó en encontrarse falto de fondos y la solución a su problema surgió en el momento en el cual decidió seguir emitiendo cheques a pesar de no “contar” ya con recursos . De allí a falsificar su carnet de conducir con el fin de aumentarse la edad fue un solo paso. El sabía que estaba atravesando una línea invisible que separa lo legítimo y lo falso pero él decía que tenía confianza en sí mismo. Sabía que para conseguir un buen trabajo no requería solamente ser mayor de edad sino disponer de algún título y además cubrir las apariencias. Un cierto día encontró de casualidad la posibilidad de vestirse como un piloto de Pan Am y a partir de ese momento Frank comenzó su carrera de aeronavegante. Falsificando incluso los cheques oficiales de la compañía de tal manera que siempre que se presentaba frente a una cajera que él elegía para realizar la operación (seducción de por medio), lograba llevarse a sus bolsillos considerables sumas de dinero en efectivo.

A partir de ese momento, el uniforme de Pan Am pasó a ser según sus propias palabras , “mi alter ego”. [1] Era algo así como un vicio, el de hacerse pasar por otro y vivir elegantemente y rodeado de mujeres , con los bolsillos llenos de dólares y sabiendo que estafaba al estado. Sus “empersonaciones” (traducción de “impersonations”) lo condujeron de cierta manera a ejercer diversas profesiones. Fue médico de un hospital durante un año y abogado en una pequeña ciudad; y lo curioso del caso era que durante las épocas en que se dedicaba a esas ocupaciones, nunca emitía cheques en falso; según él era un modo de no sumar sospechas ni llamar demasiado la atención sobre sí. Su lema era, “no es tan importante que el cheque esté bien imitado, sino qué bien luce quien se presenta con el cheque ante el cajero.”[2] Según sus propias palabras, “nunca me sumergí tan profundamente en la identidad asumida de manera tal que me olvidara de que era realmente Frank Abagnale Jr.”[3] Había elegido ser pasador de cheques falsos de profesión (paper hanging, palabra que también se usa para llamar al empapelador de paredes), con lo cual tuvo que aprender a manejar algo de diseño gráfico, de economía, inversiones, ciencia médica, leyes y así. Pero nunca se consideró ni se rodeó de criminales.

De este modo Abagnale denunciaba que el crimen de este siglo era el del robo de identidad, la crisis sobre cualquier rasgo que comporte algo de identidad, sea el sexo, el nombre propio o los títulos académicos. Incluso la tecnología cuanto más se desarrolla, más espacio da paradójicamente para el engaño, la impostura, el robo. A mayor vigilancia acerca de las identificaciones, más necesidad de burlarlas y denunciarlas. Hay algo fuertemente ligado a la estafa que Abagnale explotó con éxito hasta que un buen día fue detenido por la policía. Lo mas curioso del final de esta historia es que finalmente este sujeto llegó a hacerse de una profesión, dentro de la cárcel, y fuera de ella cuando algunos directivos de bancos americanos empezaron a contratarlo para que con su saber acerca de la estafa y los cheques los asesorara como para descubrir a los estafadores que operaban en el mercado. Fue a partir de ese día que su posición social mutó de manera radical sin perder el hilo de su deseo. Se había convertido en un experto. Actualmente se presenta públicamente como un “buen padre y buen esposo”, con una carrera lograda en el campo de las finanzas, reconocido por la sociedad y ya no perseguido. Incluso su imagen y su experiencia fueron tomadas por Steven Spielberg y convertidas en una película que ha tenido un éxito considerable en el mundo entero. Estamos hablando del film “Atrápame si puedes”, con Leonardo Di Caprio y Tom Hanks como Abagnale y el inspector de fraudes que lo persigue respectivamente.

¿Cuánto tiempo se puede sostener una posición, una cierta función sin caer de ella? ¿Qué nos enseña la experiencia de Abagnale respecto a la identificación y las vicisitudes que la ligan al saber? A partir de los libros escritos por él, pareciera que la trayectoria de Abagnale en los diversos ámbitos laborales marca que en ciertos casos, una función se sostiene sin que sea requisito indispensable un saber teórico – digámoslo así- académico, sino con un saber acerca del otro. Pero, ¿qué del otro?

Esto nos trae a la memoria dos casos que se acercan bastante al de Abagnale. Uno de ellos se refiere a la experiencia de Martin Guerre, aquel hombre que alrededor de 1548, pocos meses después del nacimiento de su hijo, aparentemente a causa de un altercado que tuvo con su padre, Martin, de 23 años, totalmente solo, se alejó de Artigat, abandonando a toda su familia, a todo su patrimonio y no se supo más de él durante mucho tiempo. Unos cuantos años después, un cierto individuo llamado Pansette, entró al pueblo y en el camino se cruzó con un par de individuos que lo tomaron por Martin Guerre y a partir de ese momento, aceptando esa nominación que cabía sobre su persona y su cuerpo, y sin que mediara una semejanza fisonómica importante con el ausente, se hizo pasar por él incluso dentro de la familia de los Guerre. Nadie puso en duda de que Martin había regresado. Y así pasaron los años, durante los cuales él fue aprendiendo más y más acerca de Martin Guerre pero ese saber de nada le sirvió en el momento en el cual por su propia ambición , Pansette- Martin decidió acudir a la corte para promover un juicio contra su tío y así obligarle a rendir cuentas de ciertos bienes y su administración durante su ausencia. Fue en ese movimiento que se dieron cuenta que Martin Guerre no era un vasco sino un extraño. Las tradiciones ancestrales impedían a los vascos proceder de esa manera. Y fue por ello que juzgado y declarado culpable de” impostura y falsa suposición de nombre y de persona y de adulterio”[4] terminó sus días en la horca. Sosa se pregunta en el artículo si esta posición de cierta impostura, de cierto engaño , de una suposición, no emparenta al psicoanalista con Martin Guerre, para extraer de ello alguna enseñanza relacionada con este insólito fracaso de una nominación, desde el momento en que el nombre propio ,de hecho, está afectado por cierta despersonalización , cierta ficción e incluso cierta impostura. Pansette al aceptar ser tomado por Martin Guerre no sólo aceptaba un engaño sino que al mismo tiempo sostenía una cierta transferencia que había recaído sobre su nombre y sobre su persona.


El otro caso es aquel que nos relata Claude Levi Strauss referido a Quesalid. [5] Se trata de un fragmento de autobiografía indígena recogido por Franz Boas en lengua kwakiutl de la región de Vancouver , Canadá. Este Quesalid, ( es al menos el nombre que recibió cuando se convirtió en hechicero) no creía en el poder de los brujos, de los shamanes. Y aguijoneado por la curiosidad de descubrir sus supercherías y el deseo de desenmascararlos, comenzó a frecuentarlos hasta que fue invitado a integrar el grupo y rápidamente recibir lecciones como para convertirse él en shaman. Así averiguó como se realizaban las curaciones y qué técnica implicaba: el arte de fingir un desmayo, la técnica de producir vómitos, el empleo de “soñadores” o sea , espías encargados de escuchar las conversaciones privadas de los pacientes y hacérselos llegar al shaman, etc,etc. Y así Quesalid habiendo confirmado sus peores sospechas, quiso continuar la averiguación pero ya no era libre; su permanencia entre los shamanes era ya conocida. E incluso cierto día fue convocado por la familia de un enfermo que había soñado que él era su salvador. Y ese primer tratamiento fue un éxito brillante.

Quesalid prosiguió su carrera, incluso confrontándose con otros problemas, de la siguiente talla. ¿Cómo es que en dos técnicas, la suya y la de otra tribu, ambas sostenidas por ilusiones y falsedades, una de ellas es más eficaz que la otra? ¿Con respecto a qué sistema de referencias se los debería juzgar? Escribe Levi Strauss al respecto, que la fabulación de una realidad en sí misma desconocida, hecha de procedimientos y representaciones, depende de una triple experiencia: la del shaman mismo que “si su vocación es real (e inclusive si no lo es, como resultado del solo ejercicio), experimenta ciertos estados específicos, de naturaleza psicosomática; la del enfermo, que logra o no una mejoría; la del público, en fin, que también participa de la curación y para quien el entusiasmo que experimenta la satisfacción intelectual y afectiva que obtiene determinan una adhesión colectiva que inaugura a su vez un nuevo ciclo.” “Quesalid no se convirtió en un gran hechicero porque curara a sus enfermos, sino que sanaba a sus enfermos porque se había convertido en un gran hechicero.”

Retengamos algunos términos que han pululado en estos casos: estafa, cheque falso, apropiación de nombre y profesión, vocación, identificaciones, transferencia, están aquí emparentados de manera textual. Hemos encontrado que hay ocasiones en las cuales el encuentro con cierto lugar social, cierta “cosa” llamada vocación, es producto no solo del azar o la contingencia sino que interviene un cierto estado de indeterminación y sobre todo un cierto modo de considerar a la verdad. Ninguno de los tres sujetos era un defensor de la verdad en el sentido de defensor de cierta fe. Y sin embargo produjeron actos que tuvieron efectos de verdad. Veamos esa especie de paradoja.

Por mas que ensayemos en investigar y proseguir intentando ir hacia el objeto que se conoce como “vocación”, más se escurre entre las manos en un llamativo acto de escapismo. Nadie sabe lo que es pero todos hablamos de ella. Pareciera que no se deja atrapar, a la manera de ese Frank que la encarna por su costado mas ridículo. ¿Cómo es posible que alguien engañe por tanto tiempo a tantos, cuando su visibilidad dependía solamente de una voluntad de engañar?[6] Tomemos por ejemplo el uso que él le había dado a su arte del copiar. Se sabe que un cheque no es igual que un billete de moneda corriente pero a veces nos olvidamos de dónde está esa diferencia. Ambos son papeles pintados y con una nominación de valor de cambio pero sucede que a nadie se le ocurriría así como así romper un billete mientras que un cheque que es mas personal puede destruirse sin mayores problemas. Lo impersonal del billete le da mas garantía de vida y de confiabilidad mientras que el cheque, el cual requiere del nombre del emisor, solicita que se lo coteje con algún rasgo de identidad. El cheque tiene un dueño así como el billete es de nadie. Es así que Frank Abagnale sabía acerca de ello pero no solamente como un saber común sino como un saber que puesto en práctica, en un cierto arrojo, lo fue llevando lentamente hacia un lugar que lo convocaba a hacer jugar la impostura y la falsificación verdaderamente. Un testimonio de un médico residente decía que no conocían a un médico mejor que Abagnale, no por lo que hacía con los enfermos (obviamente) sino por la manera en que habilitaba a que los residentes practicaran efectivamente el acto médico.

En este sentido, Abagnale transitoriamente ocupó un lugar vacío de saber previo, sostenido solamente por esa manera de hacerse pasar por... Y fue transitorio en la medida que parece que hacía uso mas allá del límite , de esa imposición tan despersonalizante. No está de más subrayar el carácter persecutorio que marca toda su historia, persecución que cesa en el mismo momento en que ya no es sostenible la tensión que lo mantenía en movimiento. La relación con el otro encuentra al final de sus días una tranquilidad resultado de su franca incorporación al sistema monetario del sistema.

Otro cantar es el de Quesalid. Este deseaba que se supiera acerca de la superchería que era el curanderismo en esas sociedades, pero no sabía que una vez que entrara al campo de sus palabras y rituales, su persona y su nombre irían a desprenderse de su propia voluntad, de tal manera que rápidamente entró en el campo del deseo de los otros (el ejemplo del soñador es aquí muy transparente) y cuanto más era supuesto su saber, mas eficaz eran los tratamientos falsos que realizaba. Hacía efectivo sin saberlo el deseo del Otro. Y una vez en esa pendiente, había perdido la sensación de libertad. Su vocación estaba ya determinada en el preciso momento que salió a querer develar el misterio... de la vocación. Es en ese instante que ella no se deja atrapar y dando un paso hacia un costado, hace pasar delante de sí al sujeto con sus vanidosas pretensiones.

Es desde esta perspectiva que adoptamos un punto de vista el la cual armoniza en algún sentido con lo que sigue :

“Que todavía podamos pensar que un padre o una madre puedan hoy transmitirle a un hijo/a algo que está lleno de misterio, que responde por un secreto, capaz por otra parte de conmover despertando en alguien un deseo duro (“Hacer durar su duro deseo” escribe el poeta Paul Eluard), es al mismo tiempo querer pensar, o hacer existir, la idea de que entre padres e hijos algo todavía tiene sentido, que puede pasar, transmitirse, como sentido” escribe Ricardo Nacht.[7] Y continúa: “ Si la vocación es soberana es porque ella no deja dominarse, no se compra ni se vende, es porque ella es capaz de resistir lo que la época pretende dominar. Que la transmisión de padres a hijos esté, como lo está, irremediablemente afectada, lo es seguramente como efecto del duro deseo del capitalismo: en él nada es pensable por fuera de lo que se compra o se vende, incluidos el amor, el sexo y la muerte. Ya no hay misterios, o sea, ya no hay nada a transmitir. Una vocación que se transmite de padres a hijos hace existir lo que como secreto se encuentra más allá de toda pérdida de sentido, ésta también transmitida, pero a la manera del contagio, o sea como miedo, como amenaza, como miedo al miedo, que perturba justamente, el hecho de que puedan coexistir una elección, un deseo y un sentido. Sólo por esto es importante que de padres a hijos algo quede a resguardo en los territorios soberanos del misterio.”

La vocación así entendida toma más el nombre de una resistencia que de un concepto, entendiendo con esto un esfuerzo por sacarla del dominio de la “explicación”, incluso de las dimensiones ligadas directamente con el misticismo. Es como si fuese más bien una resistencia del discurso en lugar de un núcleo de saber del mas allá de todo discurso.


Inventar un problema, una posición antes de encontrar una solución, quiere decir que no hay una manifestación necesariamente a priori y exterior que deba ser abordada, sino que es por cierto modo de estar que se producen, se construyen, se fabrican problemas primordialmente a partir de los acontecimientos de discurso. De alguno de los escritos de Gilles Deleuze, hubo caído en nuestras manos el problema del devenir.[8]

Si en la lengua francesa la palabra avenir, indica el porvenir, el futuro, devenir quiere mas bien decir un “volverse”, hacerse, convertirse. Este matiz es muy importante de distinguir para descifrar a Deleuze, ya que será por ese devenir que opera en silencio, sin vinculación con el volverse “filósofo o revolucionario” como inscripción en la historia; devenir no es imitar ni hacer como... ni conforme a un modelo, sea éste de justicia o de verdad. Tampoco se trata de un punto de llegada ni tampoco importa el punto de partida. Menos aún un efecto de boda o encuentro, de engarce ni de evolución. No es una correspondencia de relaciones, ni semejanza, ni una imitación ni una identificación. Devenir no es progresar ni regresar según una serie, ni son sueños ni fantasías. El devenir es siempre de otro orden que el de la filiación. Es un verbo que no tiene otro sujeto que sí mismo. Con esto pretendemos subrayar la connotación clínica de esta manera de situar un problema.

Hay toda una topología en el libro Mil mesetas. Se trata de trazar devenires que no se definen por puntos; ni puntos que hay que unir ni puntos que configuran una línea. Al contrario, es un trazado que pasa entre puntos. Un punto siempre evoca un origen. Pero una línea de devenir no tiene ni principio ni fin, ni salida ni llegada, ni origen ni destino y eso hace que hablar de ausencia de origen, erigir la ausencia de origen en origen, es un mal juego de palabras. Se trata entonces de un medio que está solo compuesto de movimiento. Dice Su Shi, pintor- poeta del siglo XII:



Cuando Yu-ko pintaba un bambú,
Él veía al bambú y no se veía más.
Es poco decir que él no se veía más;
Como poseído, renunciaba a su propio cuerpo.
Se transformaba, devenía bambú,
Haciendo brotar interminablemente nuevas frescuras.
¡ Chuang-tzu, desgraciadamente, no es más de este mundo!
¿Quién concibe aún tal espíritu concentrado?[9]



Para Su Shi , el gesto de pintar era un acto mágico que comprometía al universo a través del pintor. “ No soy el que pinta, es la naturaleza que se representa a ella misma por intermedio de mi mano”. El gesto de pintar debe de brotar del bambú, no de la mano de Su Shi. Es la Naturaleza, dice, quien da a luz al arte, y no a la inversa. Tan lejos como sea posible en la aproximación al acto, sin jamás dar a ver al acto mismo, la pintura china tanto como la poesía prefieren sugerir eso que pide ser cumplido o lo que viene de serlo, mucho más que atrasar la acción en el instante de su cumplimiento.

Volviendo entonces al comienzo , tres casos en los cuales estuvo comprometido algo de un devenir revela que ese movimiento tramado estuvo marcado por éxitos y fracasos. A su manera, tanto Quesalid como Frank Abagnale Jr. construyeron una reterritorialización de su subjetividad haciendo pasar su experiencia por los bordes siempre incómodos de una relación insospechada con la verdad. El fracaso de la nominación que encontramos en Martin Guerre contribuye a renovar el debate acerca de la relación del sujeto con el saber. La relación del sujeto con el saber se presentaría como una “disyunción”, es decir, una particular relación entre dos conjuntos de tal manera que no dispongan de ningún elemento en común o que su intersección está vacía. Es lo que sucede entre el saber y el sexo o entre el saber y el goce. Este vacío de elemento en común produce una vértigo feroz por colmar ese espacio, colmarlo con imágenes, interpretaciones – sentido o cuerpo, es decir, con una parte del saber, del sexo o del goce que permitiese suponer que allí hay un sujeto. Debido a esto es que resulta tan dificil sostener esa apariencia de identificación sin caer de ella.

Los tres ejemplos nos convocan a revisar -sin pretensión de descubrir el sentido último de las cosas- las experiencias que con el nombre de vocacionales nos siguen hablando de recorridos, encuentros y desencuentros, sobretodo lugares de llegada en vez de puntos de salida, en fin, una variada gama de efectos de subjetivación y desubjetivación.


Mario Betteo Barberis
[1] Frank Abagnale Jr.; “Catch me if you can. The true story of a real fake”, Broadway, 2000, pag. 45.
[2] Ibid; pag. 120.
[3] Ibid: pag. 121.
[4] Miguel Felipe Sosa; “El nuevo Martin Guerre, los heterónimos de Pessoa y los nombres del analista”, en “artefacto” Nº3 , revista de la escuela lacaniana de psicoanálisis, México DF, 1992, p.15
[5] Claude Levi Strauss, en “Antropología estructural”, EUDEBA, Bs.As., 1968, p. 158-167.
[6] El verbo “truchar” sería en nuestra actualidad lingüística su mejor sinónimo. Es plausible reconocer en “trucho” el sonido propio de la palabra inglesa “true” [suena ‘tru’ y significa “verdadero”] como diciendo que en lo trucho hay algo de verdad que se nos presenta en su revés.
[7] Ricardo Nacht;”Entre el miedo y el misterio” en El surmenage de la muerta, Año 4, Nº 9, Bs.As. , Mayo 2004.
[8] Ver Gilles Deleuze y Felix Guattari; “Mil mesetas”, Valencia, Pre-textos, 2000.
[9] François Cheng, D’ou jaillit le chant , Paris ,Ed. Phebus, 2000, pag 25. (la traducción me pertenece)