Textos, escritos y comentarios

Tetxos, escritos y comentarios pretende poner a disposición del público, una serie de artículos de psicoanálisis, pequeños escritos, comentarios políticos. Algunos ya han sido previamente publicados (en ese caso el artículo en cuestión tendrá un formato ad hoc), otros no encontraron su pasaje al público, y otros fueron divulgados entre algunos lectores y amigos. Aliento a que si alguno de los textos encuentra un lector interesado en dialogar con él ,lo haga sin reservas.

domingo, octubre 29, 2006

EL PROFESOR HABER, ....


El Prof. Fritz Haber, la República Cromañón y la cámara de gas.
(Publicado por la revista "Escritural" Nº6, Buenos Aires, 2005)




La crónica de los acontecimientos podría escribirse así : “Cuando en la noche del 30 de diciembre del año pasado , la “República Cromañón”, se encontraba atestada de público en medio del recital de “Callejeros”, sucedió lo peor. Se sabe que desde el lugar del público se comenzó a prender pirotecnia, cosa que habitual durante ese espectáculo, y el azar se sumó a la imprudencia. Una bengala se incrustó en el techo, el cual estaba cubierto con una malla plástica, y el fuego se inició sin dilación. Dentro del salón había en ese momento alrededor de 3000 personas, las cuales presas del pánico buscaron inmediatamente las salidas. Solamente dos estaban abiertas; el resto, criminalmente atadas con alambres por fuera y alguna incluso con candado. Luego de horas de terror, se conoció el resultado del incendio. Hasta hoy son mas de 190 personas muertas y otro tanto con lesiones respiratorias.”

Sucedió que el salón se convirtió en una cámara de gas debido al material altamente tóxico e inflamable que había en el lugar, a la sobrevendida capacidad y sobre todo al cierre casi hermético del espacio. Incluso el aire acondicionado estaba clausurado. Los cuerpos no salieron calcinados por el fuego: no se trató de cuerpos quemados o incinerados sino que fue el aire contaminado de anhídrido carbónico y sustancias tóxicas lo que causaron la asfixia y la acumulación altamente dañina de venenos en las vías respiratorias mayores. La Rep. Cromañón era una cámara de gas encubierta por una funcionalidad artística. Ni los inspectores municipales o de bomberos habían inspeccionado el lugar ni el dueño había tomado medidas para evitar un incendio. Al contrario, la necesidad de cuidar el capital, las ganancias, la explotación salvaje de la diversión popular empujó ciegamente al dueño a clausurar literalmente las salidas de emergencia con el fin de que “no entraran de afuera sin pagar”.[1]

No solamente murieron jóvenes seguidores de la banda sino que también se hallaron cuerpos de niños de escasa edad, quienes habían sido dejados en “custodia” por sus padres en el baño del local, atendido por algunas mujeres que cobraban por hacer el servicio de nursery. La vecindad del lugar de los desechos con el de la infancia delegada hizo que tales resultados causaran encendidos comentarios posteriores. Los adultos, los padres, los jóvenes padres encontraron una inimaginable solución de ocasión a la natural dependencia del infans . Alguien escribía en esos tiempos con bastante tino que nadie de los asistentes seguramente hubiese dejado en custodia su sueldo o sus valores personales materiales a alguien que se ofreciera de garante pero inexplicablemente así fue con algunos niños. En la República Cromañón, bajo el manto de una supuesta normalidad (“todo bien che”, “¿Cuál es el problema?”) se mostró en su desgarradora realidad el estado corrupto y delincuente que da soporte a algunos actos de masas.


La asfixia.

Cualquier esfuerzo por dar alguna razón a la catástrofe suena a menudo un esfuerzo estéril. Pretender darle sentido al accidente, al tropiezo, a la fractura de un estado de equilibrio social, puede incluso a sonar desacomodado y altamente oportunista. Sin embargo, algo distinto puede resultar, si escuchamos las resonancias de las tragedias en otros espacios del saber. La complejidad de los planos de análisis de un fenómeno de masas no merece ser delegado a solamente la sociología o la política a secas. La subjetividad no es propiedad de Un saber , sino que de alguna manera son los contactos entre espesores y recorridos de saber lo cual produce subjetividad y paradójicamente , si cabe, renueva esas relaciones , desaloja el denso y cómodo orden del sentido. En este caso, circunstancias casuales me llevaron a la lectura de un ensayo que a la distancia trae una renovación de aire.

Peter Sloterdijk plantea en “Temblores de aire. En las fuentes del terror”[2] algo acerca de este tipo de espanto cuando estudia detalladamente la originalidad de esta época, al considerar a la práctica del terrorismo, el concepto de diseño productivo y la reflexión en torno al medio ambiente como un tríptico organizador de un estilo de muerte: el modelo atmoterrorista y la guerra del gas. Es desde el medio ambiente, desde la necesidad elemental del respirar que proviene el cambio en los medios de agresión al semejante. Como decía Shylock, “Me arrebatáis la vida cuando me arrebatáis los medios que me permiten vivir” refiriéndose en la comedia de Shakespeare a la asfixia económica que iba a sufrir a partir del castigo impuesto a él por la usura.

El horror que define al siglo XX es algo más que ese “me es lícito porque yo quiero” de procedencia jacobina (algo que la argentinidad conjuga habitualmente). Cito “La ineludible costumbre de respirar se vuelve contra aquellos que respiran, por cuanto estos, a fuerza de seguir la práctica de ese elemental hábito, se convierten en involuntarios cómplices de su propia destrucción”[3], a propósito y extendiéndolo a los actos terroristas que usan el aire para victimar. En este contexto, el bioterrorismo se desprende de suyo de un clima político imperante en el siglo XX el cual desarrolló , empujó el borde de lo bio, de tal manera que ahogó y sigue ahogando, asfixiando paulatinamente las marcas de la subjetividad. El ámbito de lo privado, del sueño, del acontecimiento incomprensible de un lapsus o de un síntoma, queda corregido automáticamente por el aparato de la ciencia, intoxicando de alguna manera el aire de la ocurrencia y el juego del lenguaje. Hoy suscribimos el exceso verbal de la tesis esgrimida por Thomas Mann cuando en un pequeño texto referido a Hitler, sostenía que la razón de la invasión de Austria por parte de los nazis estaba comandada por el deseo de exterminar al psicoanálisis, y a Freud, como exponente del arte y la ciencia degenerada. Desinfectar con gases tóxicos a Europa de los sujetos impuros y animales es lamentablemente un hecho. Del otro lado, las bombas de Hiroshima y Nagasaki así como los bombardeos aliados a Alemania encarnan el aspecto incendiario y atmosférico de tales genocidios.

Finalmente Sloterdijk nos presenta el paradigma del humanismo y del terrorismo hermanados en la figura del Profesor en Química Fritz Haber (1868-1934) responsable del “Instituto Emperador Guillermo de Dahlem para la Investigación químico-física y electroquímica”. Premio Nobel en 1918 fue asimismo asociado a la organización de la guerra química en la primera guerra mundial, padre de la máscara de gas y promotor de la llamada “campaña contra la eliminación de parásitos” en el campo agrícola. Todos estos laureles no impidieron que a su turno tuviese que emigrar en 1933 debido a su ascendiente judío, después de que todavía en el verano había asesorado al mando militar del Reich en cuestiones de gas tóxico. Murió en Basilea en 1934, en viaje a Palestina. Algunos de sus familiares perdieron la vida en los campos de Auschwitz, gaseados.

[1] Dentro de este contexto se encuentra la tragedia de aquel Hipermercado de Asunción , Paraguay, en el cual la mayoría de las muertes ocurrieron a partir del cierre de las salidas de emergencias por parte de los dueños del local, “para evitar que la gente se robara mercadería”.
[2] Peter Sloterdijk; Temblores de aire. En las fuentes del terror., Pre-textos, Valencia, 2003.
[3] Ibidem; p. 53.