Textos, escritos y comentarios

Tetxos, escritos y comentarios pretende poner a disposición del público, una serie de artículos de psicoanálisis, pequeños escritos, comentarios políticos. Algunos ya han sido previamente publicados (en ese caso el artículo en cuestión tendrá un formato ad hoc), otros no encontraron su pasaje al público, y otros fueron divulgados entre algunos lectores y amigos. Aliento a que si alguno de los textos encuentra un lector interesado en dialogar con él ,lo haga sin reservas.

lunes, julio 13, 2020

TERRORISMO DE ESTADO / ESTADO DE TERROR
Consideraciones actuales ante la presencia del Covid 19




"Hegel hace notar en alguna parte que, en la historia universal, los grandes hechos y los grandes personajes se producen, por así decir, dos veces. Él ha olvidado añadir: la primer vez como tragedia, la segunda como farsa. […] Los hombres hacen su propia historia. Pero no la hacen según el deseo de su iniciativa, ni en las circunstancias libremente elegidas; ellos están obligados por las circunstancias del momento, tal como las han creado los acontecimientos y la tradición. La tradición de  todas las generaciones pasadas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivientes. En el momento preciso en el que parecen ocupados en transformarse a sí mismos, en trastornar todas las cosas, en realizar las creaciones nuevas, llaman ansiosamente en su ayuda a los espíritus del pasado, recibiendo de sus antecesores, justamente en estos períodos de crisis revolucionaria, su nombre, su grito de guerra, su costumbre, para representar con este antiguo y venerable disfraz y con lenguaje que no es de ellos, la escena nueva de la historia universal.”

Este es el comienzo de “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” escrito por Karl Marx entre 1851 y 1852. El arranque de este texto ha sido citado infinidad de veces. Hoy  no seré  la excepción. Sin embargo, esta vez requiere que se lea cuidadosamente todo el párrafo, para no quedar solamente encandilado por la archiconocida cita acerca de los dos tiempos de la historia. 

Mi primera pregunta es hacia aquellos que se dedican al estudio de la historia desde la perspectiva marxista. ¿Me podrían ofrecer algún ejemplo concreto, en el que se haya cumplido esa especie de profecía hegeliana-marxista que no sea el que Marx sitúa en su libro? No parece que resulte fácil, aunque debemos considerar  que la repetición, es un fenómeno constante en la incidencia del lenguaje en los cuerpos. ¿La repetición (es una de las definiciones del síntoma) se copia a sí misma? ¿Y si no es así, cada nueva repetición produciría un margen de plus, de más o menos, que la separa de la anterior? Por un lado Heráclito decía que el río no pasa nunca dos veces bajo el mismo puente,  aunque el paso del río se repite sin pausa. Como si se confundiera la partícula con el nombre del cuerpo en su totalidad. 

Marx se asomó perspicazmente al asunto asumiendo que los hechos que relatan de los actos de la historia, están condenados a volver, a retornar, porque en la medida que no haya habido un cambio estructural de lo social, que transforme radicalmente los modos de producción y desclase la lucha de clases, es la conciencia de los conglomerados humanos lo que determinan (ya no son los dioses griegos) en última instancia los actos individuales. No hay elección libre y son las circunstancias del momento las que deciden. 

Para este ejemplo que se impone en estos tiempos, opto por modificar levemente la cita.

La secuencia actualizada, para la Argentina, sería de esta manera: 

"Terrorismo de estado" (mediados de los años ’70 hasta 1983)  Tragedia.

"Estado aterrorizado-estado de terror " (2020, finales de febrero hasta…)   Comedia. 

Leer esta nueva coyuntura a la luz de todo el párrafo de Marx pide cierta tranquilidad de ánimo para no caer en atroces y descuidadas descalificaciones. Porque leído así, parece muy fuerte, violento incluso para quien no está preparado. 

Pienso que la pesadilla que pesa sobre este territorio no puede quedar exenta de la lectura tan preciosa de Marx (extraída, una vez más de la pluma de su amigo Engels). Es la forma de decir que cuando un Estado se presenta persiguiendo, matando a enemigos del sistema que defiende, haciendo desaparecer a personas (Orwell llamó a ese procedimiento “volatilización” en su ejemplar novela “1984”), ejerciendo un poder de muerte cual si fuese bajo el dictado de un poder supremo por arriba de lo humano, esa forma del Estado, ya caduca, destituida por un régimen llamado democrático, no puede escapar a lo que llamaba Marx “la tradición”. Donde hubo un Estado culpable de exterminio, más adelante en el tiempo se cumple una repetición, cuando el Estado pasa a cuidar a los ciudadanos, a protegerlos de un enemigo implacable y destructor, con la mano suave pero con guante de hierro. 

No se defiende a la patria de un “flagelo terrorista que quiere destruir las costumbres argentinas de vida” sino que ahora se la defiende de un “flagelo externo, que no tiene rostro, y que se esconde en la invisibilidad, no dando la cara y deshumanamente capaz de acabar con millares de argentinos”. De allí que la respuesta sea de  que si hay que perder vidas, estas sean las menos posibles, no importa el sacrificio que se tenga que hacer, ni quienes deben de entregar sus trabajos, sus pertenencias, sus espacios y sus relaciones para ahora si, salvar a la patria. 

El Estado que en los años de plomo  se arrogó el derecho de no llevar a derecho a miles de ciudadanos, hoy este otro modo del Estado, actúa en una versión paródica invertida de aquel. Entiende que hay vidas más valiosas que otras, con tal de defender la estructura económica y social que reproduce día a día la explotación y despojo de los que trabajan para otros. Que si mueren más de cinco mil personas en las rutas de la Argentina, esas vidas no deben de ser cuidadas y protegidas de la manera  en que se hace hoy en la cuarentena estricta. En lugar de un contagio “vial” hoy se habla de contagio “viral”. Y ni que hablar de los abortos clandestinos, la violencia familiar, el dengue, el mal de Chagas, la desnutrición. El Estado no pone un freno tan rotundo y feroz ante  pérdida de vidas como las antes nombradas. Como si hubiese vidas más ejemplares y heroicas que otras así como hay muertos más ejemplares y heroicos. 

El Estado ahora está aterrorizado ante su propia imagen histórica, como si espectros volvieran del pasado a presenciar lo inevitable. Aterrorizado de que se lo vuelva a culpar y castigar por negligencia y descuido de las personas; el espectro que también es culpable de sus propias faltas, pide que el Estado se comporte de manera distinta, que lave sus manos en el líquido aniquilador de los gérmenes del pensamiento y de las fantasías. Y por más que se las lave, se las desinfecte, el terror sigue metido en el cuerpo de los dirigentes, los funcionarios, los cuerpos médicos asesores y obviamente,  ha contagiado a toda la población a través de los medios de propaganda y difusión que intoxican las 24 horas del día con más terror y miedo.

El miedo y el terror se meten en la piel, a través de las palabras y  de los actos (que tienen efecto simbólico e imaginario). El miedo a las arañas, por decir un ejemplo de muchos, no se disuelve con saber  acerca de lo inofensivas que son algunas (no todas) ni por la voluntad de alguien. Requiere una operación muy particular de modo que se reanude (sic) la vida cotidiana. 

Quien sabe de qué manera y cómo se reanudará la pequeña historia de cada quien en estos tiempos de miedo y terror mundializado. Lo que sí puedo estar seguro es que se reanudará, en este territorio, a la manera argentina. 

Creo que existe un molde militar/sanitario que permite que se repitan, con distintos ejemplos, ese molde de exterminio y de terror que es necesario para imponer un dominio sobre las clases. El molde argentino sirve otra vez para administrar la vida de las personas. Ahora es   "con las mejores intenciones”.  Ese costado de crueldad que se muestra en los bordes de todos los comunicados y disposiciones, sobre los niños y los mayores, por ejemplo.  Es la desmesura misma. Algunos se refieren a la "prisión blanda o a la telerepública de la pantalla", o al "monstruo amable”. 

Es el molde con el cual la mayoría de la sociedad argentina obedece, acata, acepta sin cuestionamientos y que me ha lleva do a escuchar en estos tiempos elogios hacia esa disposición de respeto. Pero pregunto, ¿no fue algo parecido lo que sucedió el día después del 24 de marzo de 1976, cuando el país siguió andando, tranquilo, sin ningún movimiento colectivo de rechazo o de contra-golpe? ¿No estaba esperando la enorme mayoría de los ciudadanos  que alguien, en nombre de un estado, no importa cual fuera su legitimidad, cuidara y defendiera  a la población del “flagelo de la violencia” (textual) no importando la metodología de la violencia que el estado tenía que ejercer para pacificar al país?

Ese Estado que era "de terror" en los setenta, estaba sostenido en una sociedad y un mercado también de terror que cumplían asimismo ese rol de aterrorizar o de ser cómplices.  
Aquello que  pongo en el centro de la lectura, no es la respuesta de cerrar el país al exterior para impedir la llegada masiva de un virus, sino la manera, el modo, el método para sostener interiormente ese modelo. Y me gustaría ser más claro en esto. Los últimos 50 días no se ha hecho más que demonizar al demonio dejando en la penumbra el verdadero mal social que se multiplica (como un virus que se copia a sí mismo) y que es el de la pobreza, la indigencia, la marginalidad urbana que viven decenas millones de personas en los contornos de la capital y las grandes ciudades, donde el hacinamiento, la falta de recursos económicos, sanitarios y educativos hacen de las “villas”, modelos urbanos del desprecio y del uso que hace la gran política de la miseria. 

Es una vergüenza que los legisladores se muestren descaradamente “probando el sistema de zoom” para poder reunirse a sesionar y discutir el estado actual del país, cuando millones de habitantes  deben de quedarse encerrados en sus casas, hacinados, algunos sin alimentos básicos, mientras los señores y señoras representantes, no se atreven siquiera a  reunirse de cuerpo presente y se escudan en medidas higiénicas, protegiendo corporativamente para no tocar a la gente. Sería bueno que a los legisladores provinciales se los fuera a buscar  con los aviones de la línea de bandera, y se los trajera a la capital y se los alojara en los hoteles reservados para los afectados en cuarentena, para que sepan de qué se trata el asunto y de paso, sesionen como corresponde. O que el presidente, refugiado en la casa de Olivos, venga a sancionar desde su comodidad palaciega, con sus perros corriendo a su lado y un sinfín de funcionarios que entran y salen. No prejuzguemos. Hay millones de  ciudadanos que ven estas imágenes  como el ideal a alcanzar por él o para sus hijos e hijas pero que no se atreven a pensar. O aquella cronista- escritora que denuncia a  gobiernos de otros países como siendo  “asesinos de la vida”, sin darse cuenta que ese epíteto que usa,   es  bandera de los  grupos que rechazan el aborto legal, siendo   ella misma  justamente defensora  de la nueva ley. Quien habla y enseña, es sujeto a que se lea en ello la distancia entre lo que se dice y lo que se quiere decir, entre lo que se muestra y lo que se quiso dar a ver. (La revista Barcelona es un notable ejemplo de la sátira y la agudeza cuando se aplica a lo anterior).  

El virus no es el agente del terror; el  agente del terror es el hombre mismo, es lo humano que segrega e ignora, desprecia y utiliza escandalosamente a la miseria, para seguir acumulando riqueza. La explotación y la servidumbre que van de la mano, parece que ahora se invisibiliza porque por fin tenemos un “estado responsable” de las vidas de los argentinos. Pero ese golpe de responsabilidad, ¿donde estaba  en todos los gobiernos anteriores que permitieron sin tomar medidas estructurales, para que ese desarrollarla y se multiplicara exponencialmente la miseria y el maltrato a los habitantes que huyen de la pobreza para juntarse con la pobreza con la esperanza de ascender socialmente, apiñados y sometidos a sacrificios descomunales.

Un contagio del estado con los medios (y los médicos), con la  propaganda, la publicidad, los comunicados. Pero, no estoy tan seguro que sea solo o exclusivamente el Estado el que está aterrorizado (como antes -en los 70- el que exclusivamente aterrorizaba). La farsa o la parodia no es solo del Estado, lo es también de la sociedad. Es una tragedia y es una mascarada colindantes y que se necesitan, no que se excluyen.

¿Es el gran buenos aires y la capital el gran problema epidemiológico de estos tiempos que obliga a un encierro (verdadero y mentiroso al mismo tiempo) o es el lugar donde el virus (sea el que sea) por las condiciones sociales  que permiten y facilitan la exponencial multiplicación de las enfermedades endémicas? 

El virus ya dejó de ser la carta del mal, sino que  está visto que hoy es el cartero, al que se lo persigue porque nos trae las malas noticias. El problema terrorífico no es el objeto, sino el sujeto en cuestión, en su relación con el insignificante poder de un virus. Insignificante, no como para decir, minúsculo, sino no-significante. La cosa que acosa la fractura que hay en todo discurso que es, a final de cuentas, de apariencia. 


Mario Betteo B.